Pare, jo
vull ser torero,
Pare, jo
vull matar toros…

Un
espejismo que se ha disipado con el tiempo. Y ahí tenemos al interfecto
declarando en la cadena SER que le da
asco ser español, que desea la
independencia de Cataluña, que en
Gijón deberían estudiar en catalán, que
entraría de buena gana en el Congreso de los Diputados, sin el tricornio de Tejero, suponemos, y pim, pam, pum, daría matarile a los políticos… hazaña que le valdría una cerrada
ovación y animaría a las mamás a retratar a sus retoños junto a esa especie de
nuevo héroe de la plebe.
Parece que
no le queda otra a Albert Pla que agarrar el AVE para liquidar políticos (quedando
exentos los diputados de Amaiur, pues de sus declaraciones se desprende cierta
afinidad ideológica y de método), cuando el Parlamento nativo, el de la
Ciudadela, le queda más cerca de casa. Podría ir caminando con la luppara al hombro. Sucede que,
descontados los diputados de algunos grupos muy concretos, para los que Pla ya
tiene la diana a punto, los catalanistas, lleven o no corbata, no acostumbran a
dispararse entre sí.
Albert Pla
ha ingresado por méritos propios en la selecta categoría de cantautor del oficialismo,
de mamporrero lírico del régimen, compartiendo
honores con Nùria Feliu. Y junto a David Fernández, el lanza-sandalias de CUP, y
azuzados por Mas, van ambos en vanguardia… ladran y muerden por la causa de la
patria. Así los quieren los señoritos aborígenes y ahí anda Pla: un patriota, un idiota… que se decía
antes, cuando la patria era España. Si fuera venezolano, Albert Pla le lamería
el trasero incorrupto al finado Comandante Chávez con odas elegíacas. Y si
norcoreano, cantaría las grandezas de ese tiranuelo zampabollos de Kim Jong Un.
La cuestión es estar al lado del que manda, ejecutando unas cuantas cabriolas
circenses, supuestamente transgresoras e iconoclastas, para distraer con sus
exabruptos a ese segmento de menestrales y pequeña burguesía que pasa el sábado
en familia viendo la monográfica programación de TV3.
Albert Pla
sueña acaso con la dedicatoria de una calle, siguiendo la estela de Rubianes, el
de a mí España me suda la polla por detrás
y por delante… que se metan España por el culo, les estalle dentro y les
cuelguen los cojones del campanario.
Quizá sea un caso de reencarnación, de posesión artística. Un bufón frustrado, sí,
pero no tonto, pues se ha ganado unos cuantos bolos veraniegos en Cantonigrós,
Capolat y Arbùcies. Para eso ha quedado Albert Pla. Lo dicho, un patán
malogrado.
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