domingo, 23 de febrero de 2014

Albert Pla - Personaje Patán nº XVII



Pare, jo vull ser torero,
Pare, jo vull matar toros…

Eso cantaba Albert Pla hace unos años, sembrando el terror entre lo más fifí de la burguesía catalanista. A algunos patanes, un tanto ilusos, nos pareció entonces que le salía un divieso purulento en el trasero a la gente biempensante del universo CiU, del régimen nacionalista que ya había consolidado el Molt Honorable Jordi Pujol, y, en sentido más amplio, del PUC, el Partido Unificado de Cataluña. Que asistíamos, en definitiva, al alumbramiento de un trovador outsider, de un alter ego del forajido más buscado, otro Albert, Boadella. Que la gent amb seny i arrelada gritaría al verle, cuerpo a tierra, protejan a sus hijas núbiles, que viene ese corruptor indeseable de Albert Pla guitarra en mano…

Un espejismo que se ha disipado con el tiempo. Y ahí tenemos al interfecto declarando en la cadena SER que le da asco ser español, que desea la independencia de Cataluña, que en Gijón deberían estudiar en catalán, que entraría de buena gana en el Congreso de los Diputados, sin el tricornio de Tejero, suponemos, y pim, pam, pum, daría matarile a los políticos… hazaña que le valdría una cerrada ovación y animaría a las mamás a retratar a sus retoños junto a esa especie de nuevo héroe de la plebe.

Parece que no le queda otra a Albert Pla que agarrar el AVE para liquidar políticos (quedando exentos los diputados de Amaiur, pues de sus declaraciones se desprende cierta afinidad ideológica y de método), cuando el Parlamento nativo, el de la Ciudadela, le queda más cerca de casa. Podría ir caminando con la luppara al hombro. Sucede que, descontados los diputados de algunos grupos muy concretos, para los que Pla ya tiene la diana a punto, los catalanistas, lleven o no corbata, no acostumbran a dispararse entre sí.

Albert Pla ha ingresado por méritos propios en la selecta categoría de cantautor del oficialismo, de mamporrero lírico del régimen, compartiendo honores con Nùria Feliu. Y junto a David Fernández, el lanza-sandalias de CUP, y azuzados por Mas, van ambos en vanguardia… ladran y muerden por la causa de la patria. Así los quieren los señoritos aborígenes y ahí anda Pla: un patriota, un idiota… que se decía antes, cuando la patria era España. Si fuera venezolano, Albert Pla le lamería el trasero incorrupto al finado Comandante Chávez con odas elegíacas. Y si norcoreano, cantaría las grandezas de ese tiranuelo zampabollos de Kim Jong Un. La cuestión es estar al lado del que manda, ejecutando unas cuantas cabriolas circenses, supuestamente transgresoras e iconoclastas, para distraer con sus exabruptos a ese segmento de menestrales y pequeña burguesía que pasa el sábado en familia viendo la monográfica programación de TV3.

Albert Pla sueña acaso con la dedicatoria de una calle, siguiendo la estela de Rubianes, el de a mí España me suda la polla por detrás y por delante… que se metan España por el culo, les estalle dentro y les cuelguen los cojones del campanario. Quizá sea un caso de reencarnación, de posesión artística. Un bufón frustrado, sí, pero no tonto, pues se ha ganado unos cuantos bolos veraniegos en Cantonigrós, Capolat y Arbùcies. Para eso ha quedado Albert Pla. Lo dicho, un patán malogrado.

sábado, 8 de febrero de 2014

Josep Maria Álvarez, secretario general UGT.Cat - Personaje patán nº XVII



Ese señor con cara de zampabollos, de personaje de viñeta cómica de Anacleto, agente secreto, o del Botones Sacarino, es el Secretario General de UGT de Cataluña: UGT.Cat. El mismo que manifiesta su apoyo incondicional al proyecto separatista del presidente de la Generalidad, dos veces patán, firmando el así llamado Pacte Nacional pel Dret a Decidir (¿qué?). La patria de Álvarez ya no es el mundo, ni la antigua Unión Soviética, la gloriosa patria de los trabajadores, ni siquiera es Asturias, patria querida (pues nació en dicho principado). Su patria es Cataluña, la Cataluña oficial, la Cataluña de 8TV y TV3.  Álvarez se declara indepe, esto es, separatista. Es uno de esos nacionalistas de nuevo cuño, como salido del colectivo Súmate que en sus filas acoge a todos los fámulos vocacionales al servicio de la causa, reclutados en las barriadas periféricas del cinturón metropolitano. Uno de esos domésticos que aprendieron el catalán a una edad y a duras penas lo farfollan en sus patánicas declaraciones. Será porque, como dice el refrán, pagant, sant Pere canta, o chamulla, si es menester, la lengua de Pompeu Fabra.

Las subvenciones obran milagros, cierto, pero atribuir siempre la obediencia del personaje al salario (aunque éste gaste pinta de monigote figurante en una aventura de Carpanta), menoscaba su autonomía, su libre albedrío. Es verdad que el palanganero que en el lupanar limpia manchurrones y salpicaduras de clientes desconocidos, lo hace por una retribución, pero también los hay que aman su trabajo, que van más allá de lo exigible y le ponen al empeño un brío, un celo admirables. 

No era necesario mojarse tanto. Bastaba con un sí, pero no, con flirtear solicitando subidas salariales vinculadas a un hipotético IPC catalán, con inscribir las siglas del sindicato en la banderita local para que se vea que en Cataluña los pendones de los sindicatos (entiéndase, las ondeantes banderas) son los mismos que los de la patronal… esa transversalidad tan nuestra, pero desconocida en el resto del mundo. La sustitución de la lucha de clases por la cohesión, no social, sino nacional, que pregonaban los nazis.  No hacía falta tanto servilismo, pues las subvenciones no peligran aunque sólo sea por aquello de la paz institucional, y por hacerse rogar, como las señoritas decentes ante los requiebros galantes.  

Acaso el taconazo de Álvarez, en tiempo de saludo, ar, rindiendo a sus afiliados ante ese segmento insolidario de la burguesía catalanista que representa Mas, obedece a un afán por alejarse de sus excompañeros de Andalucía, esos hombres desestructurados que decía Jordi Pujol… desestructurados, corruptos y, para Álvarez, extranjeros. Y por eso pone tierra y fronteras de por medio, no sea que una suerte de juez Alaya, con su trolley a cuestas, vaya empapelando al personal de cortijo en cortijo y un día llame a su puerta.