
Hay gente
para la que achicharrar a docenas de personas, niños incluidos (víctimas colaterales del conflicto), llenando de explosivos el maletero de una
furgoneta aparcada en unos almacenes para detonarla con un mando a distancia,
es algo sublime. Tampoco meterle un tiro en la nuca a un concejal de pueblo,
con las manos atadas a la espalda con alambre, es una bagatela. Proezas que, en determinados círculos,
impermeables al dolor ajeno, revisten a sus autores de un aura de grandeza, del
halo místico del combatiente, the mystic
warrior… el último guerrero pintarrajeado de los apache-chirikawa que saluda, sobre una loma
batida por el viento, el crepúsculo anaranjado. ¡Qué tíos…!
David, cop de cup al cap, Fdez, blande su sandalia
y nos dice: no tengo más armamento que mi palabra, mis brazos desnudos y estas
chanclas. Es tan modesto que ejerce
la mayordomía como chófer de Otegui cuando el líder pro-etarra viene a Barcelona
a conceder entrevistas a TV3, la tele que pagamos todos, y que le rinde cámaras
como estandartes de un ejército
derrotado. Lacayuno desempeño de Fdez que recuerda vagamente al de un
desconocido terrorista del GRAPO, lo vimos en la tele, que al salir del trullo
junto al sanguinario Troitiño, en aplicación de la traída y llevada sentencia
de Estrasburgo sobre la doctrina Parot,
consideró que no se le podía conceder más alto honor que el de mozo trascantón
que carga los bultos del etarra aclamado por los suyos.
Le dice a
Rato, nos veremos en el infierno… y
añade, su infierno será nuestro paraíso, citando a Moravia… con lo que
David Fdez considera que goza del don de la bilocación y que puede estar en el
infierno para disfrutar como un voyeur
babeante de los tormentos eternos a los que Rato será sometido, sin que se los
inflijan a él gracias a un salvoconducto expedido por un diablillo menor de la
burocracia satánica, al tiempo que tañe el arpa en el paraíso, sobre el mullido
regazo de una nube. En su paraíso, por supuesto, las almas de las víctimas del
atentado de Hipercor pican piedra en
una cantera, con grilletes a los pies. Sus pies, en cambio, son ligeros y
delicados, tanto como los de una geisha,
o de una bailarina, y destilan el aroma del ámbar. La tragedia de Fdez es que,
a pesar de su indumentaria y de sus modales, no es más osado ni más duro que el
propio Mas, que siempre lleva corbata, los días que nuestro viajero presidente
no se tiene por la reencarnación de Gandhi. Cap
cop de peu de la cup al cap.
No hay comentarios:
Publicar un comentario