Sánchez
Piñol es el autor de la lectura estival de Mariano Rajoy. Hay quién ha mostrado
sorpresa ante tan sensacional revelación, pues muchos daban por cosa cierta que
el imperceptible presidente del gobierno
de la nación se refugia de sus agotadoras tareas en las páginas del diario
deportivo Marca y que de ahí no le
sacan ni con aceite hirviendo.
El autor de
Victus, la novela que ha extasiado a
los así llamados soberanistas (que
andan locos por llevarla a la gran pantalla), dice en una entrevista reciente que con la independencia, además de
librarnos de la Monarquía,
nos desharíamos de los corruptos de
allá (entiéndase españoles) y que con los de acá, ya veríamos qué
hacer…
Se desprende, pues, de sus palabras,
que hay que esperar a la proclamación de la independencia para meditar qué
diantre hacer con los corruptos indígenas, que no son pocos precisamente. De
modo que no tiene caso dirigirse a la Justicia en el momento presente, según Sánchez Piñol,
y que la corrupción nativa puede campar por sus fueros, gozando de una suerte
de estatus de impunidad, al menos temporal.
Cuesta
trabajo tomarse en serio semejante gansada henchida de un patanismo
desbordante, y uno piensa que Sánchez Piñol es, en realidad, uno de los
personajes de sus novelas, y no de los más lúcidos.
Tampoco lo
de la Monarquía en una Cataluña separada de España es
capítulo cerrado. Cuando se discutía hace un año si Cataluña sería como Puerto
Rico, esto es, un estado libre asociado, Mas no descartaba un pacto directo con
la Corona del
tipo Commenwealth. Las pampiroladas
se han sucedido estos meses en cascada con la cadencia de tiro de una
ametralladora.
Hay que
recordar al señor Sánchez, Victus et
patanicus, que los promotores del proceso al que se apunta entusiasmado (los Pujol, Mas, etc) son, precisamente,
los corruptos de los que habla en futuro y con sospechosa y casi complaciente
indefinición: ya se verá qué se hace con
ellos. Y pretende vendernos la burra
de que en ese paraíso independiente, donde la dulce leche de camella manará
copiosamente de las fuentes, se les juzgará al fin… o no. Lo normal, cuando un
líder dirige a un pueblo oprimido hacia
la libertad, real o supuesta, es que la ciudadanía, agradecida, erija estatuas
en su honor o le dedique calles y avenidas, y no que le lleve ante la Justicia, donde le
esperaría… ¿Qué tal un juez amaestrado como el ex-fiscal Rodríguez Sol?
Los corruptos
catalanes, por otra parte indultados a menudo por la Justicia española, tienen
en Sánchez Piñol a su abogado defensor por excelencia. ¿Les inmortalizará en
una novela épica como Victus? ¿Se
titulará Patanicus?... Señor Sánchez (Piñol),
usted lo ha acreditado sobradamente: literatura
y patanería pueden, por qué no, ir de la mano.
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