
Por esa
razón sospechamos que Toni Albá habría hecho carrera y fortuna protagonizando
una de esas comedias llamadas de teléfono
blanco en la Francia
colaboracionista de Vichy. No fueron pocos los actores y artistas que rindieron
pleitesía a los ocupantes nazis, por convicciones propias o por afán
promocional, delatando a compañeros de profesión de ascendencia judía o de
ideología hostil al régimen dominante. En esas coordenadas históricas Toni Albá
habría estado en su salsa.
Nuestro
candidato a patán, pero a patán con fronteras, cómodo en su bochornoso papel de
mocosuelo chivato que acusa a un condiscípulo ante el maestro, animó a los
espectadores catalanes a boicotear una función de la actriz Carmen Machi representada
en Barcelona por el horripilante crimen de manifestar ésta sus simpatías por el
federalismo, asimétrico o no… -concepto que un día la versátil actriz nos
explicará a quienes carecemos de las herramientas necesarias para interpretar
esa, un tanto abstrusa, categoría política-… tras la asonada soberanista de
Artur Mas.
Entretanto,
Toni Albá, patán de la cabeza a los pies, ciñe su hueca cabezota con una corona
regia, pues no se le conoce otro desempeño dramático que la imitación del rey
con la que nos fustiga desde hace años desde la productora subvencionadísima de
su amigo Toni Soler, otro personaje con hechuras y probada capacidad para
figurar en este ránking. Nuestro candidato, Toni Albá, es un presunto cómico,
pero uno de esos con mala uva que no encaja bien las burlas de los demás con
arreglo al arquetipo de cierto humorismo autóctono y regimental que pretende el monopolio de la broma: De nosotros, si es menester, nos reímos
nosotros mismos, no los forasteros. Le recomendamos, a guisa de terapia de
choque, que asista a las curativas representaciones de Albert Boadella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario