
Sacar a la
calle a medio millón de personas para una población de siete millones y medio
es algo colosal, pues no hay causa que a día de hoy reúna a tanta gente, lo que
da una idea aproximada de la enorme capacidad de abducción de masas y de
movilización del separatismo. Que los patanes forman compactas y adocenadas
legiones milimétricamente encuadradas, es algo sabido. Pero waka-patán Piqué habría de realizar una
prueba empírica con sus compañeros de vestuario: le bastaría pintar con una
tiza un metro cuadrado en el suelo y meter a 10 de ellos dentro del perímetro
acotado. De ese modo comprobaría si la cifra que da la Guardia Urbana, y que él
repite como un loro, se ajusta a la realidad. Suponemos que Piqué sabe contar
hasta 10, pues un futbolista aprueba la sencilla aritmética del balompié si
sabe hacerlo hasta 11. Y Piqué no habría de tener dificultades para superar el
examen, pues waka-rumores muy
extendidos insinúan que, cliente asiduo de casinos, es un gran aficionado al
póquer, muy capaz de contar los triunfos de las cartas y de ese modo ganar la
mano y la timba.
Para Piqué, átame esa mosca por el
rabo, tener a Mas como dirigente es un
lujo. Estamos de acuerdo si por lujo entiende cosa sobrante y superflua, pero no creemos que sea el caso.
Mientras Piqué engendra a su prole, diciéndole al oído lindas cositas a su
bella esposa, acaso en la maldita lengua del opresor, nos enteramos de que el club
de sus amores maniobra para jugar la liga francesa si Cataluña proclama la
independencia. Se daría
el caso paradójico, si fuera el Barça invitado por las autoridades deportivas del
país vecino, cosa que estaría por ver, que waka-patán
Piqué ocupara plaza de extranjero no comunitario, él y cualquier otro futbolista
de la plantilla que tuviera nacionalidad catalana, al quedar el nuevo Estado, y
sus nacionales, fuera de los tratados de la Unión Europea. Piqué asistiría a la
curiosa escena de ver a su Barça alinear contra el Girondins de Burdeos (o
contra el Betis, si permaneciera en la liga española) a 9 jugadores franceses,
irlandeses o españoles, y sólo a dos extranjeros, o no comunitarios, que es lo
que permite la normativa UEFA. Por ejemplo a Neymar, brasileño, y a Luis
Suárez, uruguayo, y él, mira tú qué cosa, chupando banquillo en el mismísimo Camp Nou, precisamente por su novísima
condición de jugador foráneo. Sabría entonces lo que es sentirse extranjero en
su propia casa.
Última hora: waka-patán
Piqué no ha renunciado a jugar con la selección española. El pobre anda un
pelín despistado. No es de extrañar habida cuenta de los turbadores caderazos
que le dedica su despampanante señora en la intimidad.