David Ventura inaugura la categoría
especial de patanes autóctonos con las manos manchadas de sangre. En efecto,
Ventura, militante de Reagrupament.Cat
(que recientemente ha suscrito un acuerdo electoral con CiU), es convicto de
asesinato.
En 1991
David Ventura Aparicio asestó, sin mediar palabra, una mortal puñalada a
Fréderic-François Rouquier, de 20 años e hincha del RCD Español. Fue juzgado en
1994 y condenado a 76 años de reclusión por la Audiencia Provincial, que
aumentó a 140 el Tribunal Supremo. Con qué facilidad entraba la navaja en su
cuerpo, confesaba uno de los asesinos, sorprendido ante la penetrabilidad
de la musculatura por un objeto punzante. Desde 1998 los cinco acusados, entre ellos nuestro patán, pasaron a
disfrutar del tercer grado concedido por la administración autonómica,
responsable de la política de permisos penitenciarios, comprensiva e indulgente,
como se ve, ante un insignificante desliz de juventud. Quiá, travesuras, bagatelas,
cosas de la edad.

Nuestro
patán de la Cataluña interior, además de gastar una pinta de zampabollos del
carajo de la vela, de trapiñarse buenos filetes con patatas como quien come un
puñado de altramuces (véase cualquier foto suya donde luce un muy lozano
aspecto), manifestó recientemente que el
asesinato del jovencísimo aficionado perico
se enmarcaba en la lucha centenaria de Cataluña por sacudirse el yugo esclavizador
del fascismo español. Toma del frasco. Si Cataluña lo que necesita para su
realización colectiva es que sus defensores apuñalen, al volver una esquina, a
chicos de 20 años por animar de manera vehemente a once tíos que le dan patadas
a una pelota, es que no tiene ni remedio ni salvación posibles.
Lo hice por Cataluña, se justifica el interfecto. Suele
pasar así: los peores monstruos y trogloditas sanguinarios invocan entidades
abstractas, metafísicas, que si la
patria, que si la religión, para adecentar
socialmente sus crímenes. A veces les habla una vocecita interior y lo mismo
empalan con un paraguas el caniche de la abuelita del 5º 3ª, que se llevan por
delante una docena de personas de un bombazo, o secuestran a doscientas niñas
para esclavizarlas sexualmente, como ese zote de Abubakar Shekau, el líder de Boko Haram. Pues Ventura, a otra escala,
y en otras latitudes, está hecho de la misma o parecida pasta que ese cafre. A
uno su Alá le pone madera, al otro su ensoñada Cataluña, excluyente, paletoide y liberticida. El patán de
Ventura tiene más peligro con una navaja en la mano que un mono con una Gillettte.